Reseña: Cartas a los perdidos - Brigid Kemmerer

domingo, 23 de mayo de 2021

Título: Cartas a los perdidos
Título original: Letters to the lost.
Autora: Brigid Kemmerer
Páginas: 391 (edición original)
Año de publicación: 2017 (edición original)
Libro autoconclusivo (hay una segunda parte pero es independiente)
Sinopsis:  ¿Y si las palabras de un desconocido pudieran sanar tu corazón?
He empezado 35 cartas, y todas comienzan con “Tengo 17”, pero después no puedo escribir más. No quiero arruinar lo que tenemos. No quiero perderlo. 
Me veo como una estúpida. 
Parece que estuviera aquí sentada escribiendo cartas a la oscuridad, esperando una respuesta. 
Ni siquiera te conozco, pero siento que te entiendo. Siento que me entiendes. Y eso es lo que más me gusta de todo esto.




Siempre que ando con muchas cosas, especialmente con mucho para estudiar, me dan ganas de leer algo ligero y entretenido que me sirva para distenderme y para relajar a mi cansado cerebro. Aunque no soy de leer romances, a veces me dan ganas de alguno ligerito. Por eso elegí este libro... creyendo que iba a ser de romance fresco. ¡Qué equivocada estaba! La idea que tenía de este libro no puede estar más lejos de lo que me encontré. Pero lo que me encontré hizo que 'Cartas a los perdidos' se convirtiera en uno de los mejores libros que leí este año.
La sinopsis en español de este libro es bastante engañosa, debo decir. No se dejen llevar. Les cuento brevemente de que se trata, sin spoilers, por supuesto. Juliet Young tiene diecisiete años y acaba de perder a su madre en un accidente automovilístico. Todos los días va al cementerio, le escribe cartas y se las deja en la tumba. Aunque sabe que no es algo sano, es la única manera que tiene de aliviar un poco todo lo que siente: escribiendo, intentando recrear las cartas que se escribía con su madre cuando estaba viva. La madre era fotoperiodista y viajaba por el mundo la mayor parte del año, yendo a zonas de guerra para capturar imágenes que después recorrían el mundo entero. Por más que podían, obviamente, usar Internet para comunicarse, tenía el hábito de escribirse cartas a mano, para sentirse más cerca, para eliminar la distancia. Por otro lado, tenemos a Declan Murphy, el típico chico problemático de la secundaria. Todos escucharon hablar de él alguna vez, de como tuvo un accidente, estando borracho y destrozando el auto de su papá, pero nadie sabe en realidad nada de él ni sobre lo que pasó en realidad. Un día, trabajando en community service en el cementerio, encuentra una carta de Juliet y en un impulso escribe un comentario en ella. Y así comienza un intercambio de cartas y mensajes entre los dos, sin saber quién es el otro en realidad.
Ahora, ya sé lo que deben estar pensando: "¡pero esto suena al típico cliché de chico malo y chica buena bla bla bla!". Dejénme decirles que nada que ver. Yo también lo pensaba antes de empezarlo, pero esta novela esconde mucho mucho detrás de lo que parece.
Lo que más me sorprendió fue lo profunda que es y la cantidad de temas serios e importantes que toca. Empezando claramente por el tema del duelo y el dolor ante la pérdida de seres queridos, también se habla de lo complejas que pueden ser las relaciones familiares, del peso de las miradas de los demás (y como la secundaria puede ser un infierno en ese sentido), los prejuicios, la vulnerabilidad, la importancia de comunicar cómo nos sentimos, la superación y la importancia de la amistad. Ah, la presencia de la amistad fue algo que amé particularmente en este libro. 
Todos estos temas están tratados de una manera muy real y muy madura a través de los personajes. En serio, los amé. A Juliet y a Declan como protagonistas, con sus matices, sus luchas y sus progresos, y a otros personajes secundarios que van apareciendo. La autora crea personajes muy buenos y muy bien logrados. Son reales, complejos, crudos y tienen una evolución que es SUBLIME, pero además son tiernos y hay muchos momentos graciosos. Porque ojo, son todo lo que dije puede sonar a que es un libro pesado y lento, pero todo lo contrario: se lee muy rápido, es ligero y muy entretenido: las páginas se pasan solas. En serio: de a partes tenía que frenarme porque leía tan rápido que tenía miedo de que se acabara enseguida. 
Por otro lado, el otro factor que me sorprendió es que casi no hay romance. Apenitas. Y ni siquiera. El libro no está centrado para nada en el tema romántico, sino que se enfoca en como se va desarrollando la relación entre los protagonistas, como pasan de ser desconocidos a ir ayudándose mutuamente con las situaciones extremadamente difíciles que ambos pasaban. Y es hermoso, hermosísimo. Quise llorar, reír y gritar miles de veces, pero en la mayor parte del libro lo único que quería hacer era ir y darles un abrazo de oso. En general, es un libro triste, con momentos felices aquí y allá, pero es un libro triste que no contagia tristeza al lector, sino ganas de ayudar a que las cosas estén mejor. 


Si pienso en qué cosas me dejó esta lectura, se me ocurren dos grandes mensajes. Por un lado, me gustó muchísimo la idea, que está presente en todo el libro, de que sólo vemos una foto, un fragmento, de la vida de las personas que no conocemos tanto, y cómo asumir sobre lo que no vemos puede ser muy muy perjudicial. Por otro lado, también me gustó la idea de que no hay "personas malas" completamente, sino que todos tenemos algo para dar y algo para aprender.
Como último comentario: me hizo pensar en la importancia de tener adultos presentes y padres que se ocupan. Ver como un personaje tuvo que sufrir por errores de los adultos que tenían que cuidarlo es simplemente desgarrador. Y también, al contrario, ver como la presencia de adultos que sí se preocuparon y ocuparon puede cambiar todo, literalmente todo.
¿Qué más puedo decir de 'Cartas a los perdidos'? Se convirtió en uno de mis contemporáneos favoritos. Me hizo sentir mil cosas, disfrutar, sufrir, querer abrazar a todo el mundo. Aún cuando es una novela con elementos de cliché y twists que es obvio que están para agregar más drama e interés al asunto, es un libro muy muy bien escrito, muy bien logrado y con una intención clarísima. Lo amé.


“One day isn't your whole life. A day is just a day.”


El tiempo para leer es tiempo robado

domingo, 2 de mayo de 2021

Hace cosa de un mes empecé las clases; estoy cursando tres materias. Ojo, que el número no los haga subestimarlas, porque a veces se siente como si estuviera cursando mil. Mis días se pasan ahora entre números, calculadoras y tablas periódicas, además de los ya viejos conocidos Zooms y Meets y de las caminatas hasta el baño y la heladera. Mentira, hago algunas otras cosas también, pero generalizando. Eso sí: los días se me pasan volando y trato de organizarme para tener tiempo para hacer todo, incluso descansar un rato (sí, soy la reina de las to-do lists). Y en eso surge la pregunta, ¿cuándo voy a leer? 

En general el tiempo destinado es a la noche, antes de dormir, pero estoy más dormida que despierta y no disfruto tanto de la lectura porque todo lo que quiero es cerrar los ojos (y dejar de contar cuántas horas faltan para levantarme).

En el medio de todo esto, me acordé de algo que mi profesor de Literatura de la secundaria nos había dado a leer en algún momento. Lo busqué. Se llama "¿Dónde encontrar tiempo para leer?" del escritor francés Daniel Pennac. Hacia el final, dice lo siguiente:

"¿A qué parte de mi distribución del tiempo debo quitar ese momento de lectura diaria? ¿A los amigos? ¿A la tele? ¿A los desplazamientos? ¿A las veladas familiares? ¿A los deberes?
Problema serio.
Que no lo es.
Desde el momento en que se plantee el problema del tiempo para leer, es que falta el deseo. Pues visto con detenimiento, nadie tiene jamás tiempo para leer. Ni los pequeños, ni los adolescentes, ni los mayores. La vida es un obstáculo permanente para la lectura.
— ¿Leer? Me gustaría mucho, pero el trabajo, los hijos, la casa, ya no tengo tiempo…
— ¡Cómo envidio que usted tenga tiempo para leer!
¿Y por qué una mujer, que trabaja, hace compras, cría a sus hijos, conduce su auto, ama a tres hombres, va al dentista, se muda la semana próxima, encuentra tiempo para leer y aquel casto rentista soltero, no?
El tiempo para leer es siempre tiempo robado. (De la misma manera que lo es el tiempo de escribir o el tiempo de amar).
¿Robado a qué? Digamos que al deber de vivir.
El tiempo de leer, como el tiempo de amar, expande el tiempo de vivir.
Si tuviésemos que enfrentar el amor desde el punto de vista de nuestra agenda, ¿quién se arriesgaría a ello? ¿Quién tiene alguna vez a un enamorado que no se tome el tiempo de amar?
Yo nunca he tenido tiempo para leer, pero nada, jamás, ha podido impedirme terminar una novela que amara.
La lectura no tiene que ver con la organización social del tiempo; es una manera de ser, como el amor.
El problema no está en saber si tengo tiempo de leer o no (tiempo que además, nadie, nunca me dará), sino en si me regalo o no la dicha de ser lector."
Extraído de Club de Lectores

Releerlo, por supuesto, me dejó pensando. Sí, técnicamente el tiempo para leer es tiempo robado, robado de quehaceres más importantes o más urgentes que podría estar atendiendo. Pero también lo sería el tiempo de ver una película, de charlar de improvisto con un amigo, de llorar. Es tiempo robado a la vida, ¿pero que pasa si meto leer dentro de esa vida? ¿Se puede hacerle un espacio y convertir también el tiempo de leer en tiempo de vivir, incluyéndolo?

Pero más adelante, el texto dice "el tiempo de leer, como el tiempo de amar, expande el tiempo de vivir". Y eso me encantó, porque siento que es muy verdad. Lo enriquece, lo hace más "vivible", si me permiten inventar palabras. Lo amplía.

Creo que, al final, todo depende de en qué sentido usemos la palabra "tiempo". En el punto de vista de la agenda, como menciona Pennac, estas actividades escapan a ser planificadas. Uno no les suele asignar un horario. Pero desde un punto de vista más amplio, todo está fusionado. Leer, escribir, amar, se fusionan con los hechos de todos los días: las obligaciones laborales, el estudio, los quehaceres domésticos y los problemas familiares. Y así, leer, nos puede ayudar a sobrevivir.

No sé a qué conclusión quiero llegar con esto. Por un lado me gusta lo que escribe Pennac, por otro lado siento que no es del todo verdad. Creo que, al final, todo lo que quiero es que, en el medio de los hechos diarios que nos pueden llevar casi sin pensarlos, no me olvide de aquello que de verdad es importante.

Y leer lo es.