Por ejemplo, me compré 'Las zapatillas de ballet' de Noel Streafeild (clásico inglés muy bello) allá por marzo del 2015 (¡antes de que naciera este blog! De hecho, fue la primera reseña que hice) y me tentaba muchísimo leerlo, pero me aguanté por un par de semanas para poder llevármelo a un viaje familiar que íbamos a hacer. Y allá lo devoré. Otro caso, leí 'The girl you left behind' de Jojo Moyes en otro viaje. Y 'Jane Eyre' durante una semana que fui a pasar con mis abuelos en verano. Es curioso, pero los libros que se leen durante un viaje (o en alguna otra situación así intensa) se quedan más en mi memoria, sobretodo si además me emocionaron, me pusieron sensible, me tocaron profundamente o todo esto a la vez. ¿Será porque justamente vivimos los viajes de forma más atenta y por eso después nos acordamos de todo? ¿Estamos más presentes? ¿Por qué no pasa eso todo el tiempo? ¿Todos los días?
Tengo una edición de 'Mujercitas' de los años 50. Edición de la colección Billiken: tapas marrones y páginas amarillas. Perteneció a mi abuela, ahora está en mi biblioteca y es algo más que me sirve para recordarla. Fue la primera edición de 'Mujercitas' que tuve (después de haber descubierto el libro en la biblioteca de mi escuela, tendría alrededor de diez años) y muchos años después descubrí que no era una versión completa: le faltaban capítulos. Ahora tengo tres ediciones distintas, y no porque sea una acumuladora de libros, sino porque cada uno tiene una historia y una explicación: llegaron con una razón y llegaron para quedarse.
En 2016 hice una maratón de los libros de la saga 'Los héroes del Olimpo' de Rick Riordan (la segunda saga de Percy Jackson). Fue un año difícil, mirándolo desde ahora, y me acuerdo de las tardes que pasaba tirada en la cama devorándome los libros. No los volví a leer desde entonces, pero siempre estoy tentada porque tiene un lugarcito especial en mi corazón y sería como un volver a vivir algunas cosas.
En 2015 mis primos se enteraron de que yo, siempre tan devora-todo-lo-que-encuentra, no había leído Harry Potter y me tiraron al sillón y me revolearon el primer libro por la cabeza. Me lo prestaron para que remendara mi gran error y, claramente, no hubo vuelta atrás. Cuando los volví a ver (no vivimos en la misma ciudad) ya había terminado toda la saga.
Ah, pero antes de eso, los libros de Gerónimo y Tea Stilton. Creo que fue la primera saga (interminable, por cierto) con la que tuve contacto, y durante un largo tiempo estuve más que obsesionada. Con una amiga jugábamos a que éramos miembros del Club de Tea y viajábamos. Me acuerdo que los libros tenían notitas en las que enseñaban datos culturales de los países que viajaban, y yo aprendía un montón. Todavía me acuerdo, y a veces cuando leo algo random en algún lugar, me acuerdo de haberlo leído por primera vez ahí, y sonrío.
Y así, hay mil anécdotas más.
Cuando las historias se entrelazan con los lectores, la realidad con la ficción, los hechos con la vida, los recuerdos y la melodía de una época de la vida...
¿Es esa la magia de los libros?